Nos enseña un camino para llegar a Dios: la sencillez de alma. Hacer por
amor a Dios nuestras labores de todos los días. Tener detalles de amor
con los que nos rodean. Esta es la “grandeza” de Santa Teresita.
Decía: “Quiero pasar mi cielo haciendo el bien en la tierra.”El
secreto es reconocer nuestra pequeñez ante Dios, nuestro Padre. Tener
una actitud de niño al amar a Dios, es decir, amarlo con simplicidad,
con confianza absoltua, con humildad sirvendo a los demás. Esto es
a lo que ella llama su “caminito”. Es el camino de la infancia espiritual,
un camino de confianza y entrega absoluta a Dios.
Nos
enseña a servir a los demás con amor y perfección viendo
en ellos a Jesús. Toda su vida fue de servicio a los demás.
Ser mejores cada día con los demás en los detalles de todos
los días.
Nos
enseña a tener paciencia ante las dificultades de la vida. Su enfermedad
requirió de mucha paciencia y aceptación. Sólo estando
cerca de Dios el sufrimiento se hace dulce.
Nos
enseña a tener sentido del humor ante lo inevitable. Dicen que durante
la meditación en el convento, una de las hermanas agitaba su rosario
y esto irritaba a Santa Teresita. Decidió entonces en lugar de tratar
de no oir nada, escuchar este ruido como si fuera una música preciosa.
En nuestras vidas hay situaciones o acciones de los demás que nos molestan
y que no podemos evitar. Debemos aprender a reirnos de éstas, a disfrutarlas
por que nos dan la oportunidad de ofrecer algo a Dios.
Nos
enseña que podemos vivir nuestro cielo en la tierra haciendo el bien
a los que nos rodean. Actuar con bondad siempre, buscando lo mejor para los
demás. Esta es una manera de alcanzar el cielo.
Nos
enseña a ser sencillos como niños para llegar a Dios. Orar con
confianza, con simplicidad. Sentirnos pequeños ante Dios nuestro Padre.
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